La evalución del autismo se ha realizado desde múltiples perspectivas y a partir de diversos métodos que incluyen pruebas psicológicas. En los artículos revisados, se aprecia que la evaluación se ha llevado a cabo en diversas edades cronológicas desde la infancia hasta la adolescencia mediante diversas pruebas psicométricas. Así mismo, se ha referido que son múltiples las causas que dificultan la evaluación de este síndrome multicausal (Albores et al., 2008).
En general, el diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-IV-TR propone hacer una contabilización de los rasgos que muestra el niño en cada una de las siguientes características, y si el niño puntea el número mínimo establecido dentro de cada categoría se diagnosticará con trastorno autista. A saber, si tiene 6 o más características de las tres categorías, o posee al menos dos de la primera y una de 2 y de 3, entonces se diagnosticará con autismo. La primera categoría es la alteración cualitativa de la interacción social. La segunda categoría es la alteración cualitativa de la comunicación. La tercera categoría son los patrones conductuales del niño en torno a sus intereses y actividades restringidas, repetitivas y estereotipadas.
Centrándose en la infancia, un método propuesto para la evaluación del síndrome autista es el Inventario de Desarrollo Battelle, particularmente, aplicado para la evaluación dentro de los primeros cuatro años de vida de un niño para observar si hay diferencias en cocientes de desarrollo. Este método fue desarrollado por Newborg, Stock y Wnek (1984) y adaptado al español por De la Cruz y González (1996). Este instrumento se aplica a niños autistas de manera individual y tipificada desde su nacimiento hasta que cumplen los ocho años. Este instrumento psicométrico tiene 341 items normalizados y estructurados en las áreas personal/social, adaptativa, motora -gruesa y fina-, comunicación -receptiva y expresiva- y cognitiva, pero también incluye la observación y la entrevista a personas cercanas en la vida del niño.
Otro método es la Escala de Vineland (Vineland Adaptative Behavior Scales), mediante ésta se ha podido observar debilidad en la socialización y fortaleza en habilidades de la vida diaria; algunos investigadores también han observado un déficit en el área comunicativa, mientras que algunos otros sólo han observado un déficit en el área de socialización. Otro método se centra en las escalas Guidetti-Tourrette para valorar el desarrollo de las habilidades comunicativas en niños autistas en comparación con niños típicos. Otra prueba como el Short Sensory Profile compara en la evaluación a niños autistas, niños con retraso mental y niños normales, a través de este instrumento han concluido que los niños con autismo tienen más síntomas sensoriales y dificultades en el filtrado auditivo que los demás niños. Otro instrumento utilizado es la escala de CARS (The Childhood Rating Scale) que permite mostrar que los niños autistas tienen puntuaciones más altas en las alteraciones sociales que niños diagnosticados con otros trastornos generalizados y no generalizados del desarrollo. Cabe mencionar que otro método utilizado es el de la observación naturalística que arroja que los niños tienen dificultades comunicativas, sociales y cognitivas. Este método se utiliza como apoyo en algunas pruebas paramétricas (Sanz et. al, 2007).
Asimismo, la evaluación del síndrome autista se ha realizado desde una perspectiva neuropsicológica. "La elaboración de programas de corrección dirigidos a la integración funcional de los mecanismos neuropsicológicos débiles, conduce a la superación de las dificultades, tanto en el desarrollo como en el aprendizaje escolar, durante las diferentes etapas de la vida" (Morales et. al., 2014: 7). Los resultados de la evaluación a partir de esta perspectiva indican que la evaluación y el diagnóstico de este sindrome debe dirigirse al descubrimiento de los mecanismos -causa- que subyacen al cuadro clinico, y no a la identificación de síntomas ni de funciones psicológicas aisladas. Este tipo de evaluación permite identificar y analizar el funcionamiento de distintos procesos psicológicos involucrados en actividades como hablar, escribir, leer, dibujar, armar rompecabezas, entre otras, y esto permite determinar la zona de desarrollo actual del paciente, los tipos de errores y la ayuda que puede requerir.
Finalmente, desde esta perspectiva, también se han realizado evaluaciones neuropsicológicas y electrofisiológicas de adolescentes con autismo y se han determinado estrategias para su corrección. Desde esta perspectiva neuropsicológica histórico-cultural, la evaluación mostró que el adolescente con autismo mostraba insuficiencia funcional en los factores de regulación y control, así como control en la actividad voluntaria y en el análisis espacial simultáneo. De igual forma, tras la evaluación y la intervención, el adolescente mostró mejorías en todas las esferas mencionadas (Solovieva, 2012).
La evaluación del síndrome autista se ha realizado a través de pruebas psicométricas internacionales desde diversas perspectivas teóricas, como son la cognitiva-conductual, relacional-social y, recientemente, la neuropsicológica histórico-cultural. Si bien, a través de éstas se han explorado diversos métodos de evaluación tanto para la niñez como para la adolescencia autista, aún falta por explorar múltiples aspectos cualitativos que contribuyan al diagnóstico y rehabilitación del paciente.
Otro método es la Escala de Vineland (Vineland Adaptative Behavior Scales), mediante ésta se ha podido observar debilidad en la socialización y fortaleza en habilidades de la vida diaria; algunos investigadores también han observado un déficit en el área comunicativa, mientras que algunos otros sólo han observado un déficit en el área de socialización. Otro método se centra en las escalas Guidetti-Tourrette para valorar el desarrollo de las habilidades comunicativas en niños autistas en comparación con niños típicos. Otra prueba como el Short Sensory Profile compara en la evaluación a niños autistas, niños con retraso mental y niños normales, a través de este instrumento han concluido que los niños con autismo tienen más síntomas sensoriales y dificultades en el filtrado auditivo que los demás niños. Otro instrumento utilizado es la escala de CARS (The Childhood Rating Scale) que permite mostrar que los niños autistas tienen puntuaciones más altas en las alteraciones sociales que niños diagnosticados con otros trastornos generalizados y no generalizados del desarrollo. Cabe mencionar que otro método utilizado es el de la observación naturalística que arroja que los niños tienen dificultades comunicativas, sociales y cognitivas. Este método se utiliza como apoyo en algunas pruebas paramétricas (Sanz et. al, 2007).
Asimismo, la evaluación del síndrome autista se ha realizado desde una perspectiva neuropsicológica. "La elaboración de programas de corrección dirigidos a la integración funcional de los mecanismos neuropsicológicos débiles, conduce a la superación de las dificultades, tanto en el desarrollo como en el aprendizaje escolar, durante las diferentes etapas de la vida" (Morales et. al., 2014: 7). Los resultados de la evaluación a partir de esta perspectiva indican que la evaluación y el diagnóstico de este sindrome debe dirigirse al descubrimiento de los mecanismos -causa- que subyacen al cuadro clinico, y no a la identificación de síntomas ni de funciones psicológicas aisladas. Este tipo de evaluación permite identificar y analizar el funcionamiento de distintos procesos psicológicos involucrados en actividades como hablar, escribir, leer, dibujar, armar rompecabezas, entre otras, y esto permite determinar la zona de desarrollo actual del paciente, los tipos de errores y la ayuda que puede requerir.
Finalmente, desde esta perspectiva, también se han realizado evaluaciones neuropsicológicas y electrofisiológicas de adolescentes con autismo y se han determinado estrategias para su corrección. Desde esta perspectiva neuropsicológica histórico-cultural, la evaluación mostró que el adolescente con autismo mostraba insuficiencia funcional en los factores de regulación y control, así como control en la actividad voluntaria y en el análisis espacial simultáneo. De igual forma, tras la evaluación y la intervención, el adolescente mostró mejorías en todas las esferas mencionadas (Solovieva, 2012).
La evaluación del síndrome autista se ha realizado a través de pruebas psicométricas internacionales desde diversas perspectivas teóricas, como son la cognitiva-conductual, relacional-social y, recientemente, la neuropsicológica histórico-cultural. Si bien, a través de éstas se han explorado diversos métodos de evaluación tanto para la niñez como para la adolescencia autista, aún falta por explorar múltiples aspectos cualitativos que contribuyan al diagnóstico y rehabilitación del paciente.
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