Las diversas formas en las que se conceptualiza y caracteriza el
autismo, como se ha referido, suelen incluir los mismos déficits o
alteraciones, pero se enfatizan de diferente manera según la postura de
cada autor o el devenir histórico de los instrumentos de
clasificación. Realicemos un recorrido histórico para comprender la
conceptualización y caracterización del síndrome autista.
En 1911, el psiquiatra y eugenista E. Bleuler empleó por primera vez el término autismo para referirse al aislamiento del mundo exterior que observaba en los esquizofrénicos adultos. No fue sino hasta 1943 que se empleó como una alteración en el desarrollo infantil.
En 1911, el psiquiatra y eugenista E. Bleuler empleó por primera vez el término autismo para referirse al aislamiento del mundo exterior que observaba en los esquizofrénicos adultos. No fue sino hasta 1943 que se empleó como una alteración en el desarrollo infantil.
El pionero Leo Kanner, en 1943, planteó como base del cuadro clínico del autismo la
incapacidad para relacionarse de manera normal con las personas y
situaciones; y como secundarias las alteraciones del lenguaje, la
preferencia por la no variación del contexto y la predilección por las
actividades ritualizadas. Hans Asperger, contemporáneo de Kanner, centró
su interés en los rasgos expresivos y comunicativos, particularmente,
en las anomalías prosódicas -melodía peculiar- y pragmáticas -uso
restringido- de su lenguaje (Sanz et. al., 2007).
Tras estos dos teóricos,
otros investigadores expresaron de manera distinta la focalización del
cuadro clínico y/o añadieron otras características. En contraposición
con Kanner, Michael Rutter no considera la incapacidad afectiva como el
aspecto primario, sino las alteraciones lingüísticas que, a su vez,
alteran el resto de las funciones. La psicóloga L. Wing, a partir de su
propia experiencia con su hija autista, determinó como nuclear el
aspecto de la deficiencia social -interacción-, pero junto a éste añadió
dos rasgos más: la comunicación social -verbal y no verbal- y la
comprensión social -imaginación-. A ella se le debe la noción de espectro autista,
es decir, cómo los rasgos autistas pueden presentarse en un continuum o
dimensiones que no sólo repercuten para establecer este cuadro clínico,
sino a otras esferas del desarrollo infantil. En coincidencia, A.
Riviére estableció dimensiones sociales, de comunicación y lenguaje, de
simbolización, de anticipación y flexibilidad para caracterizar los
aspectos que se veían alterados en el autismo.
Las características clínicas del cuadro autista pueden desplegarse de la siguiente manera:
- Disarmonía en el desarrollo -los problemas con las habilidades y destrezas motoras se hacen más evidentes conforme avanza la edad cronológica-
- Áreas interpersonales y comunicativas gravemente perturbadas
- Área adaptativa o habilidades de la vida cotidiana -relativamente semejante con respecto a los niños con desarrollo normal-
- Área cognitiva -no presentan habilidades simbólicas de representación, no atribuyen estados mentales a los demás, no muestran empatía, no conceptualizan que los otros tienen sentimientos, intenciones y pensamientos que guían sus acciones hacia los demás y hacia las cosas que lo rodean-
La conceptualización del espectro autista como un trastorno que
tiene una base social o afectiva dio paso a la etiología psicogénica que
fue acogida hasta entrados los años sesenta, mientras que su
conceptualización desde una base fisiológica dio origen a la etiología
biológica que tuvo más eco en las últimas décadas. Estas perspectivas
etiológicas divergentes han ayudado a conceptualizar y caracterizar el
síndrome autista a través de años de estudio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario